jueves, 26 de febrero de 2015

La línea Plimsoll - Juan Gracia Armendáriz

En naútica, la línea plimsoll es una línea imaginaria que determina el peso máximo de carga que puede soportar una embarcación sin hundirse. Esa línea imaginaria es la que está a punto de rebasar, si es que no lo ha hecho ya, el protagonista de esta novela, Gabriel Ariz. Ha perdido a su hija Laura en un accidente de tráfico, se está separando de su mujer y le acaban de diagnosticar una insuficiencia renal por lo que se tiene que presentar tres veces por semana en el hospital y aguantar maratonianas sesiones de hemodiálisis. Este es el argumento del primer libro de la llamada Trilogía de la enfermedad que se completa con Diario del hombre pálido y Piel roja, y que le valió el Premio Tiflos de Novela allá por el año 2008. Llevaba el libro años dando vueltas por casa y a raíz de la noticia de que el próximo mes de abril publicará con Demipage su última novela La pecera (por cierto que en La línea Plimsoll ya se habla un par de veces de esta pecera) ha sido que me he decidido, por fin, a leer la obra.

Si en los otros dos libros de la trilogía la voz del narrador estaba en primera y a modo de diario, en este primer título la voz escogida es la tercera, si bien es cierto que es igual de intimista que las dos posteriores. Asistimos a la narración de una depresión, con su protagonista aislado en una casa en mitad de un bosque tupido que le protege. Si hay algo que caracteriza a la narración es el silencio. Apenas hay "ruido" en la novela, todo se desmorona alrededor de Gabriel, que apenas puede boquear como un pez dando vueltas en la pecera (creo que por ahí va la nueva publicación). Novela existencial, cruda, desgarradora y, a la vez, inmensamente bella, sensitiva.

Poco más que decir, siempre que un libro me impacta sobremanera no puedo más que indicar que se vaya a la fuente, a la lectura.

lunes, 23 de febrero de 2015

El origen de la tristeza - Pablo Ramos

El origen de la tristeza es el primer libro de una trilogía autobiográfica que tiene como protagonista al alter ego del propio autor, Gabriel. El segundo título sería el comentado hace unos días, La ley de la ferocidad, que se centra en la figura del padre y la muerte; el tercero, que aún permanece sin publicar en España aunque espero que Malpaso lo edite, En cinco minutos levántate María, que se focaliza en la figura materna.

Este primer título está compuesto por tres relatos que funcionan de manera independiente pero que al unirlos cobran una fuerza mayor sobre tres momentos en la vida de Gabriel. El primero de ellos lleva por título "El regalo". Se acerca el cumpleaños de la madre y Gabriel, para no regalarle la misma planta de siempre y que su hermano Alejandro se ría de manera condescendiente de él, decide trabajar unos días en el cementerio con su buen amigo Rolando, un borracho que podría ser su padre y que intenta sacar provecho en todas las circunstancias.

En el segundo relato, "El incendio del arroyo", el grupo de amigos de Gabriel, aquí ya sí todos de su edad más o menos, rondando los doce años, deciden hacer una rifa para sacar dinero e irse de putas. Este hecho, unido al incendio que se proclama en el propio arroyo donde habitan las prostitutas, y a la excursión que hacen hasta una cabaña situada en medio de la nada para conseguir vino, nos muestra la relación de los muchachos entre sí y con el entorno que los rodea, un suburbio a las afueras de Buenos Aires. Lodazales, ratas, y un cauce tan contaminado que provoca que las propias aguas se incendien. 

Por último, en "El estaño de los peces", Gabriel vive el intento de suicidio de su madre y la pérdida del negocio de su padre al mismo tiempo que se enamora de una nueva y joven profesora.

Narrado con un lenguaje sencillo, directo, es Gabriel el que narra y apenas es un niño, no tiene más vocabulario y dice lo que piensa, sin esconderse; con unos diálogos muy logrados que consiguen parecer naturales, Pablo Ramos nos muestra la Argentina de los años ochenta a la par que narra un momento crucial en la vida de todo Hombre, la pérdida de la inocencia, ese mundo que se tambalea entre la niñez y la incertidumbre de la adolescencia. 

jueves, 19 de febrero de 2015

París D.F. - Roberto Wong

La agencia literaria Dos Passos, junto con la editorial Galaxia Gutenberg, creó hace una año el primer premio Dos Passos a la primera novela. Su objetivo, dar voz a autores noveles. Esa primera edición la ganó el autor mexicano de 32 años Roberto Wong. Y he de decir que la novela es muy buena.

Arturo es un joven mexicano que acaba de cumplir los 33. Su sueño siempre ha sido viajar a París, pero como parece algo inalcanzable, se conforma con trabajar en la farmacia que lleva por nombre el de la capital francesa. Su vida se basa en el más absoluto tedio. Reparte medicina y aguanta gilipolleces de los clientes, de vez en cuando queda con Gema, su compañera de trabajo, un par de veces se han acostado. Y así van pasando los días. Arturo se deja llevar por la apatía mientras sueña con una vida más plena.

En medio de una jornada más, un ladrón entra en la farmacia. Dos tiros en la cabeza por parte de la policía acaban con el asaltante a escasos metros del propio Arturo. Este hecho altera su vida.

La novela es un puzzle donde se nos narra desde México, desde París sin salir de México (Arturo ha superpuesto ambos planos de la ciudad y hace turismo sin salir del D.F.) y, lo más importante, se nos narra desde fuera y desde dentro de la cabeza de Arturo, cada vez más desquiciado, más esquizofrénico, en un viaje alucinado hacia la locura, hacia el infierno personal que en este caso es el existencialismo más salvaje.

Gran primera novela, Roberto Wong maneja todos los recursos narrativos con gran solvencia; si bien es cierto que en ocasiones puede llegar a pecar de la utilización de esos recursos, algo natural en las primeras obras donde se intenta demostrar la valía de uno como escritor, en ningún momento se le va de las manos. 

domingo, 15 de febrero de 2015

La ley de la ferocidad - Pablo Ramos

La ley de la ferocidad se emparenta con aquellas novelas en las que el narrador, más o menos disimulado en un personaje pero que es el propio autor, nos narra la muerte de un ser querido. Desde Mi madre, de Richard Ford hasta El año del pensamiento mágico, de Didion, pasando por las españolas Tiempo de vida, de Giralt Torrente; La hora violeta, de Sergio del Molino; o Luz de noviembre, por la tarde, de Eduardo Laporte. Por no mencionar la emblemática novela de Francisco Umbral Mortal y rosa.

En este título, el alter ego de Pablo Ramos, Gabriel, vuelve al suburbio bonaerense de el Viaducto en Sarandí, para enterrar a su padre con quien nunca ha tenido una relación fácil. El cabeza de familia siempre se ha mostrado distante con su hijo. Gabriel vuelve después de cinco años para preparar el velatorio. Dos días, hasta que llegué su tío siciliano. Y después la incineración. La nada. Pero esa nada ya la sentía Gabriel desde mucho antes. Desde que abandonó el barrio y se convirtió en un hombre de provecho, no por ímpetu, no por sacrificio, sino por darle en los morros al padre, para decirle: "mírame, padre, soy más que tú. He triunfado. No como tú, peronista de mierda que jamás fuiste capaz de decir lo que sentías, de darme un beso, un abrazo, apenas una frase de cariño". Un poco por eso y otro poco por el vacío existencial, Gabriel entra en un bucle de autodestrucción a base de emborracharse, drogarse y tener sexo, o no pero si ir de clubs, con prostitutas, En el momento del entierro parece que ya está rehabilitado, pero al tener que lidiar con viejos  fantasmas durante 48 horas seguidas la recaída es inminente.

Escrito años después de la muerte de su padre y entremezclando retazos que ya estaban esbozados en diferentes soportes: en un papel, en un cuaderno, con una máquina de escribir, Gabriel reconstruye su infierno particular a la vez que la escritura le expurga de su pasado. Porque la escritura es el camino que elige Gabriel para su redención; la escritura como balsa salvadora en mitad del huracán.

Novela dura, con un estilo seco, directo, sin miramientos. No apta para todos los estómagos, Gabriel es un tipo que vomita sus palabras, porque tiene tanta mierda dentro que no le queda otra que expresarse así. La foto de la portada, un acierto; la escena de las palomas es toda una declaración de intenciones de lo que es la novela.

jueves, 5 de febrero de 2015

La librería más famosa del mundo - Jeremy Mercer

La librería más famosa del mundo no es otra que la Shakespeare and company; primero Sylvia Beach con su librería en la rive gauche, con ilustres clientes como Hemingway, Scott Fitzgerald o James Joyce. Después, George Whitman, ya con la ubicación actual, muy cerca de Notre Dame, hermanada con la librería de San francisco City lights, y con clientes no menos glamurosos: nada menos que la generación beat con Jack Kerouac y Allen Ginsberg a la cabeza, han hecho de esta librería a lo largo de las décadas un atractivo más de la ciudad de París, casi a la misma altura que la Torre Eiffel. Toda guía turística que se precie lo recoge como visita obligatoria; todo turista de pro tiene una foto en la archiconocida fachada verde y amarilla.

Hasta aquí llega un joven periodista canadiense, trasunto del propio autor, a finales del milenio huyendo de un delincuente de poca monta. Casi por casualidad se ve un día tomando té en una de las salas de la librería. Y allí se queda. Solo una semana, le comenta el huraño propietario. Un par de meses son los que estará finalmente. La librería es un especie de comuna, el propio George Whitman es un izquierdista reconocido que apoya las doctrinas marxistas. Su lema es "da lo que puedas, toma lo que necesites". Conviven entre estanterías a punto de desbordarse unos cuantos aspirantes a escritores: el poeta ex alcohólico es el más veterano, lleva ya cinco años y Whitman quiere deshacerse de él porque ocupa una sala y no permite que los clientes la exploren libremente. Pero también hay un argentino, un chino, una artista plástica y un par de dependientas hermosas. Pero por encima de todos ellos destaca la figura de George Whitman, una especie de Don Quijote moderno, que a sus ochenta y muchos años sigue siendo atractivo para las veinteañeras.

Todo es idílico en la librería, pero es un espacio mítico. La realidad es más cruda. Sus habitantes son poco menos que homeless que no durarían mucho ahí fuera. Sin casa, sin papeles, sin ingresos. La novela está contada desde un pasado que idealiza ese tiempo vivido y que posiblemente cambiara la vida al protagonista, pero  a buen seguro que las perspectivas no fueran tan halagüeñas en el momento de vivirlas. Así, la novela es amable, incluso tiene un toque edulcorado gracias a ese narrador que da testimonio de primera mano de su estancia en la Shakespeare and company, de cómo los problemas no son tales, o no tan graves, dentro de ese reducto mágico en medio de una gran ciudad. Y sin embargo, es amarga en el fondo. Son personajes desubicados, demasiado cándidos para la sociedad moderna. La amenaza exterior se manifiesta en forma de empresario que quiere hacerse con el edificio. Pero, aunque sea una utopía, o precismante por ello, hay que conservar esos espacios.