lunes, 31 de diciembre de 2012

Virginia Woolf - Michele Gazier, Bernard Ciccolini

Con esta biografía de Virginia Woolf la editorial Impedimenta comienza una nueva aventura en el mundo editorial, la de editar novela gráfica. La colección lleva por nombre El chico amarillo que, si estoy bien informado, es el nombre de la que es considerada la primera tira cómica de la historia.

Siendo Impedimenta amante como es de finales del siglo XIX (y comienzos del XX); tener debilidad por la literatura anglosajona; y apostar por un gran número de autoras (no hay más que echar un vistazo a su catálogo) casi parecía evidente (y consecuente) que el primer título de esta nueva colección se corresponda con una de las mejores novelistas de las letras universales.

Feminista, crítica literaria, editora y, obvio, escritora, esta gran autora padeció trastorno bipolar lo que provocó, en última instancia, su famoso suicidio. Todo amante de la literatura tiene en mente varios suicidios "memorables": Hemingway descerrajándose un tiro con una escopeta o Virginia Woolf llenándose los bolsillos de piedras y hundiéndose en el río Ouse figuran en la memoria colectiva de todo letraherido.

La autora, Michele Gazier, va dando pequeñas pinceladas de la vida de Virginia Woolf mientras que Bernard Ciccolini pone la imagen: gran variedad de colores suaves y líneas estilizadas.

He de decir que las primeras páginas no me han inspirado gran confianza, lo veía todo muy simple, muy esquemático, pero una vez pasado este pequeño escollo, descubrimos bajo esa capa de narración con cuentagotas la angustia vital que sentía Virginia Woolf. Así, vamos pasando páginas y cada vez nos metemos más en la piel de la protagonista, la muerte de seres queridos, la sensación de no hacer nada con su vida, la inseguridad con sus escritos, el auge del nazismo. Todo va mermando poco a poco en la frágil mente de la escritora británica.

Lo bueno de un lectura es que te lleva a otras más. Así, he sentido la necesidad de profundizar más en la obra de esta gigante de las letras.


domingo, 30 de diciembre de 2012

Mis mejores lecturas del 2012

No soy muy dado a hacer listas, (de hecho el año pasado no publiqué ningún listado, aunque lo tengo colgado ahora, maravillas de Internet) sin embargo puede que a alguien le interese saber cuáles han sido las lecturas que más he disfrutado en este año que llega a su fin. No hablo de mejores libros editados en 2012 ni nada por el estilo, solo diez libros con los que he disfrutado. El orden es según lectura.

1. Prosas Apátridas, de Julio Ramón Ribeyro. Ed: Seix Barral.

2. Compañía K, de William March. Ed: Libros del Silencio.

3. Segunda residencia, de Margarita Leoz. Ed: Tropo Editores.

4. Aire de Dylan, De Enrique Vila-Matas. Ed: Seix Barral.

5. Todo, de Kevin Canty. Ed: Libros del Asteroide.

6. Un buen chico, de Javier Gutiérrez. Ed: Mondadori.

7. Una edad difícil, de Anna Starobinets. Ed: Nevsky Prospect.

8. Stoner, de John Williams. Ed: Baile del Sol.

9. Cazadores, de Marcelo Lillo. Ed: Mondadori.

10. Los ensimismados, de Paul Viejo. Ed: Páginas de Espuma.

11. Nostalgia, de Mircea Cartarescu. Ed: Impedimenta.

12. La tienda y la vida, de Isabel Sucunza. Ed: Blackie Books.

13. Ciudad abierta, de Teju Cole. Ed: Acantilado.

14. La piel de los extraños, de Ignacio Ferrando. Ed: Menoscuarto.

15. El diablo a todas horas, de Donald Ray Pollock. Ed: Libros del Silencio.

16. Nick Carter se divierte..., de Mario Levrero. Ed: DeBolsillo.

Como el año pasado (como hace un rato que he subido la entrada de 2011) en lugar de diez libros, he incluído dieciséis. Seis libros de relatos, siete novelas y tres libros a caballo entre varios géneros: Prosas apátridas, Compañía K, La tienda y la vida. Incluso el libro de Vila-Matas se podría considerar híbrido. Entre las cosas que llaman la atención, creo, es la inclusión de tres mujeres entre los mejores libros leídos por mí. Pocas listas pueden decir eso. Y que conste que me dejo fuera grandes lecturas de este año que salieron de la pluma de una mujer: Mercedes Pinto, Karin Boye, Eider Rodriguez o Bobi Ann Mason.

sábado, 29 de diciembre de 2012

Pose - Alberto Olmos

He de reconocer que he leído pocas obras de Alberto Olmos, en concreto solo dos: Trenes hacia Tokio, que me gustó bastante; y Ejército enemigo, que si bien no me pareció una obra maestra, contenía algunas ideas interesantes.

Pose se compone de dos textos. El primero, Japón 2005, es un diario de la época nipona del autor segoviano, esa que transcurrió desde que fue finalista del Herralde con A bordo del naufragio, y la publicación de su sigueinte novela, Trenes hacia Tokio. Precisamente, este Japón 2005 es una especie de bonus track de Trenes, unas escenas eliminadas en el montaje final que también podrían haber sido una versión extendida, puesto que la estructura de Trenes daba para ello. Así, el narrador, alter ego de Alberto, va apuntando su día a día en el país del sol naciente.

Esta primera parte se recogió, junto con otro texto de Lolita Bosch, en la editorial Brutas editoras, cuya editora es la escritora chilena Lina Meruane.

El segundo texto que contiene Pose es México 2010. El protagonista, Alb, es un escritor ya más o menos conocido, que es invitado a la FIL a hablar de Segovia, su ciudad natal. Esta segunda parte me ha parecido más divertida, más ácida, más sarcástica.

Creo, o a mi me lo parece al menos, que el primer texto es de la época que pone en el título, es decir 2005, sin apenas cambios ni correcciones. De esta manera se hace más patente el salto de calidad y la mirada mucho más descreída del Alberto Olmos de México con respecto al de Japón.

miércoles, 26 de diciembre de 2012

La ciudad - Mario Levrero

Tras varios meses dedicándome principalmente a las novedades editoriales, llevo todo diciembre releyendo algunas de las lecturas que más me impactaron hace unos años y que me sirvieron para hacer un pequeño trabajo que no viene al caso mencionar. Así, empecé por Kafka, estoy ahora con Levrero, y quiero acabar con el Jakob Von Gunten, Ferdydurke y El astillero; además de la obra de teatro El tintero, de Carlos Muñiz. También me gustaría retomar los cuentos de Felisberto Hernández y Bruno Schulz y leer a Juan Emar, Pablo Palacios y Macedonio Fernández. Todo ello porque quiero profundizar un poco más en el ambiente enrarecido y algo marciano que, cada uno en su estilo, tienen estos autores, o estas obras en concreto.

La ciudad podría decirse que ha sido releída del tirón esta misma mañana. No hay nada como dejarse llevar por la lectura y darte cuenta de que ha pasado parte del día mientras estabas imbuido en otro tiempo y lugar. Aunque decir esto de La ciudad no deja de ser irónico.

Porque La ciudad no sabemos dónde está; suponemos que en Uruguay porque el protagonista al final de la novela compra un billete de tren a Montevideo. Pero poco más sabemos de estas pocas casas donde las calles están embarradas y La Compañía parece mover los hilos de todo lo que allí sucede. También hay un reglamento que no se debe incumplir, aunque no sabemos a ciencia cierta cuáles son los puntos de dicho reglamento.

En cuanto al tiempo, se corresponde con esa extraña medida que se da en los sueños, que pueden pasar en segundos o en días sin apenas transición. El tiempo interno trascurre en cuatro o cinco días, pero no tenemos muy claro si es en la actualidad, en un futuro o en un pasado.

Y todo empieza porque el protagonista llega a una casa llena de humedades y decide salir de casa a buscar queroseno. Comienza así una especie de road movie donde el protagonista viaja en camión, andando, en bicicleta  y finalmente en tren. Por el camino se encuentra con hombres que apenas hablan, mujeres sexualmente muy activas, camareros apáticos y hasta un conato de amigo que, sin embargo, se debe a sus obligaciones con La Compañía.

Como se ha podido apreciar, toda la peripecia, tanto en el fondo como en la forma, es muy kafkiana, pero el propio Levrero nunca tuvo ningún reparo en admitir que trató de imitar deliberadamente al escritor checo en la construcción de esta novela y que, mientras por las noches leía El castillo, por la mañana escribía La ciudad. Puestos a copiar hay que elegir el mejor modelo. Sin embargo, la gran diferencia con respecto a su homólogo centroeuropeo radica en que, donde en Kafka es todo asfixia y opresión expresionista, en Levrero es un dejarse llevar existencialista.

martes, 18 de diciembre de 2012

El desaparecido - Franz Kafka

Karl Rossman, un joven de diecisiete años que ha tenido una aventura con la criada, parte rumbo a Nueva York para empezar una nueva vida. Allí le espera su tío.

Este es el punto de partida de la novela El desaparecido del escritor checo Franz Kafka. Pero, antes de conocer a su tío, conoce al fogonero del barco que será juzgado por unos cuantos altos cargos. Nos encontramos ya, desde el principio, con un juicio al más puro estilo kafkiano, donde es imposible tener un resultado objetivo y, ni tan siquiera, defenderse de manera digna. Más tarde, al propio Karl Rossman le harán un juicio parecido trabajando como ascensorista en un hotel.

Antes de pasar por eso, Karl intenta, y parece conseguir en algunos aspectos, el gran sueño americano. La tierra de las oportunidades está a disposición de Rossman que, encarnada en la figura de su tio acomodado, tiene a su disposición todos los recursos necesarios para prosperar. Sin embargo, el tío pone fin a su relación con Karl tras incumplir este una orden tan absurda como poco autoritaria: le pide que no vaya a ver a un amigo suyo (de su tío), que lo deje para otra ocasión. Karl lo entiende, y los lectores con él, más como un consejo que como algo impuesto, así que se va a pasar la tarde con el amigo de su tío. Comienza así la segunda parte de esta novela.

Porque si antes había un atisbo de optimismo, una mínima esperanza por Karl, esta se diluye desde el mismo momento en que es "desterrado" por su tío. Comienza el vagabundeo, conoce a dos tipos extraños y, a pesar de que los abandona por un puesto en un hotel donde la cocinera mayor le protege, sabemos que el destino de Karl no es ser feliz. Tras el juicio comentado un poco más arriba, es despedido y tiene que lidiar de nuevo con los dos acompañantes y convivir con ellos y con una artista venida a menos. Esta convivencia produce los momentos más surrealistas y disparatados de la novela.

El desaparecido siempre me ha parecido la novela menos kafkiana de Kafka, por momentos más pausada y con personajes menos atrapados por las circunstancias que lo rodean. Por ello, también, es la novela que menos me gusta de él. Aunque siendo de Kafka, este detalle sobre las preferencias es nimio.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

El proceso - Franz Kafka

Recuerdo haber leído a Kafka en el instituto, La transformación (conocida como La metamorfosis por aquel entonces, y aún hoy en día). No me gustó. No entendí nada. La edición que manejaba venía con un par de escritos más: Un artista del hambre y Un artista del trapecio. Los leí por curiosidad y entendí menos aún.

Todo quedó ahí hasta que años después, en el verano de 2003, trabajé en un almacén en el típico trabajo de estudiante. En esos días calurosos, mientras esperaba el autobús, leí compulsivamente El proceso por primera vez, en una edición muy barata que compré en el rastro y que se iban despegando las páginas a medida que leía (hoy me parece una metáfora perfecta sobre la obra de Kafka).

Pasó un tiempo más y, ya en el 2005 se puede decir que leí de verdad y en condiciones a Kafka. Las novelas, los cuentos, los diarios. Quedé deslumbrado por la prosa, que si bien en ocasiones puede ser tosca, es magnífica. Incluso el hecho de que las novelas estén inacabadas me parece un acierto. El castillo acaba en mitad de una frase inconclusa. ¿Qué pasará con K? Se abre un abanico de posibilidades casi infinito.

Lo que más me gusta de la obra kafkiana es precisamente ese adjetivo tan usado en muchos casos para promocionar tal o cual obra. Ese punto absurdo dentro de una realidad estable, la burocracia que te impide avanzar, la reación de los personajes entre la apatía y el inmovilismo o la furia contenida y desatada en determinados momentos. Todo ello creo que en gran parte es el comienzo del existencialismo latente que se desarrollaría unos años más tarde.

Como en esta novela, donde la burocracia se instaura en patios de escaleras que recuerda las obras de Escher, en laberínticos pasillos mal ventilados, habitaciones minúsculas, donde tras una puerta de almacén se infligen castigos. Asistimos con la misma perplejidad que Josef K. a la imposibilidad de llegar a las instancias superiores, a saber siquiera por qué razón se le acusa.

Mención aparte merecen los personajes femeninos, siempre entre el acercamiento y el enamoramiento por parte del protagonista, por un lado, pero también un cierto rechazo hacia la femenino.

Tenía cierto reparo a volver a leer a Kafka por si no me deparaba las mismas sensaciones que tuve con la primera lectura, por ese miedo que tenemos de releer lo que nos gustó en un momento dado porque todos estamos en continuo cambio y quien era ya no soy, pero esta nueva aventura me está resultando de lo más placentera. Volver a sentir por la Literatura, volver a darme cuenta de lo mucho que significa para mí unos cuantos cientos de páginas llenas de letras impresas.

domingo, 9 de diciembre de 2012

Dejen todo en mis manos - Mario Levrero

Tercera y última novela recogida en el volumen de Debolsillo. Anteriormente la editorial Caballo de Troya (el sello casi más que editorial) fue la encargada de sacar a la luz esta obra del genial escritor uruguayo. Esa misma obra la tengo en mis manos y fue la que leí el uno de enero de 2010 (dato que sé porque lo tengo recogido en mi diario) entre las dos y las cinco de la mañana, aproximadamente. Ahora he vuelto a releerla.

Lo primero, y antes de meternos en materia, se podría decir que en realidad no tiene mucho sentido que esta novela se recoga en el mismo volumen que Nick Carter y La Banda del Ciempiés. Si bien las tres parodian de alguna manera el género policiaco, no es menos cierto que, mientras que las dos primeras tienen un ritmo alocado, surrealista y expresionista, la tercera se enmarca en una realidad física palpable, es de corte más realista y bastante más pausada y reflexiva que las dos anteriores.

Un escritor, trasunto del propio Levrero, se ve apurado económicamente por lo que decide ir a visitar a su editor para que le coloque una novela o le dé al menos un adelanto. El Gordo, su editor, le propone un trabajo a cambio: investigar quién se esconde bajo la figura de Juán Pérez, la persona que ha enviado un gran manuscrito a la editorial pero que ha olvidado poner dirección para contactar con él. Y la novela es buena. Muy buena. El protagonista necesita el dinero así que acepta el encargo.

Comienza así un viaje a una ciudad de interior uruguaya, semidesierta, lúgubre, con el ambiente enrarecido. No en vano, la ciudad es Penurias. Donde la gente te mira con desconfianza, a ciertas horas todo el mundo anda sesteando y el periódico sale una vez a la semana y no es local sino comarcal. En Penurias lo mismo te encuentras a un antiguo compañero de clase que te robaba los lápices de colores como a un tipo que fotografía cosas minúsculas. Lo mismo visitas librerías donde no tienen un solo libro, y sí alguna revista, que te enamoras de la prostituta del lugar.

Así, las investigaciones del escritor metido a detective acaba, como es de esperar, sin ningún resultado. Pero todo el viaje ha sido una gran experiencia. Incluso el lector puede obviar las tres últimas páginas donde se "resuelve" todo y el resultado seguiría siendo brillante.

jueves, 6 de diciembre de 2012

La Banda del Ciempiés - Mario Levrero

La Banda del Ciempiés es otra de las novelas publicadas en un solo tomo y que el sello DeBolsillo ha calificado como "policiacas".

Siguiendo la estela de Nick Carter, en esta ocasión la trama disparatada gira en torno a una peligrosa banda que actúa como los dragones chinos, solo que sus miembros forman un ciempiés que siembra el caos allá por donde pasan. Carmody Trailler es el detective privado de encargarse del caso y restaurar la paz en la ciudad. Para ello cuenta con la ayuda de varios colaboradores. Así comienza la novela, pero rápidamente esta trama se disuelve para dar paso a diferentes personajes que, si bien están todos relacionados con la banda del ciempiés, guían sus pasos hacia otros derroteros.

Si en la reseña de Nick Carter comentaba que tenía la sensación de que Levrero había avanzado continuamente en su narración sin detenerse a mirar lo escrito, en esta ocasión se dan multitud de acciones que ocurren en paralelo. Mientras que a un personaje le está ocurriendo una cosa en un determinado sitio, otro de los personajes está teniendo otras peripecias en otro lugar, por lo que Levrero va y viene en la naracción sin que al final te quede muy claro cuánto tiempo transcurre en la novela. 

Al final, después de narrrar todo en tercera persona, el último capítulo lo está en primera todo ha sido un trabajo de documentación que ha llevado a cabo el narrador. Quedan muchos cabos sueltos, inumerables, y así se lo hace saber a uno de sus personajes (que a estas alturas sabemos que no es personaje, sino que es "real") pero este le comenta que no se inquiete, que así está bien. Levrero, hablando a través del narrrador comienza un breve discurso acerca de la creación. Este culmina de la siguiente manera "me importa que el relato se conserve como un todo viviente, y para ello debe satisfacerme a mí en primera instancia".

Visto este relato no sé si Levrero se sentía satisfecho con su escritura, pero lo que está claro es que la narración funciona como un todo muy vivo.

domingo, 2 de diciembre de 2012

Nick Carter se divierte mientras el lector es asesinado y yo agonizo - Mario Levrero

El otro día comentaba, o al menos dejaba entrever, que no me gusta nada esto que ha hecho Random de sacar tres novelas de Mario Levrero, directamente en su sello DeBolsillo, sin darle un ápice de atención, mientras que esa misma empresa, de nombre que no de fondo (editorial), va sacando a la luz de manera tranquila pero constante la obra de este genial escritor uruguayo al otro lado del Atlántico (concretamente en Random Argentina). Por si fuera poco, es imposible pedir estos libros a la propia editorial o distribuidora; trabajo en una librería y el comercial me comenta que, si bien son la misma empresa, a la vez cada una funciona de manera independiente. Me da un teléfono de contacto, que ya poseo, para llamar a administración, pero la pobre mujer que me atiende al teléfono poco sabe, más allá de que en su base de datos no aparece el título por el que pregunto. Por si fuera poco, sé que en Madrid hay una librería (habrá más) que sí te consiguen esos títulos, pero a precios un poco elevados. Entiendo que al cruzar varias aduanas se encarezca el prodcuto y estoy dispuesto a pagar más por ello (nunca he tenido pudor alguno en dejarme el dinero en libros ya que lo considero como dinero bien invertido). El problema viene cuando, haciendo una búsqueda de las obras de Mario Levrero que tienen en su catálogo, me encuentro con que Caza de conejos, libro ilustrado editado por la editorial Libros del zorro rojo (Barcelona) cuesta tres euros más que en cualquier librería del resto del país. Entonces me pregunto, ¿por qué cobra más por un libro editado en España cuando este hecho es denunciable ya que, por ley, todos los libros tienen el mismo precio fijado por el Ministerio y la editorial? Así las cosas, ¿qué me hace pensar que no me esté cobrando de más los gastos de gestión del pedido por cruzar el charco? Me hace desconfiar un poco aunque sé que pagaré en algún momento. Aunque por el mismo precio, prefiero comprarlo en una librería Argentina y pagar los portes que acercarme a la librería de Madrid. En fin, dediquémonos a la novela que al fin y al cabo es de lo que se trata.
 
En Nick Carter es todo tan extravagante, tan surrealista, tan divertido, tan sexualmente marciano, que es una delicia. Sé que no es su mejor novela, pero poco importa. Está todo tan desconectado de la literatura al uso, que es literatura en estado puro. Con guiños a Lovecraft, Kafka, las novelas policiacas, los folletines del XIX donde se descubre en las últimas páginas que todos los personajes son parientes. 

Es una novela que recuerda a la escritura automática de los surrealistas, solo que en la novela de Levrero sí que está todo interconectado. La obra es un continúo seguir avanzando, seguir escribiendo, como única forma posible de llevar a buen puerto la narración. De carácter marcadamente expresionista y esperpéntico, de una oralidad envidiable, Nick Carter, dinamita las normas y tanto le podemos ver escribiendo en tercera como en primera, como que la acción trascurre en los espejos, en la televisión o o en la propia narración.

Diferente, inclasificable, único, todo el mundo debería leer a Levrero. 

jueves, 29 de noviembre de 2012

Maus - Art Spiegelman

En la calle Salud, cerca de la Gran Vía y al lado de la Casa del Libro hay, o había, no lo sé porque hace tiempo que no paso por allí, una sucursal de la misma librería con ofertas especiales. Recuerdo haber visto una pila de Maus hace diez o doce años a 5´95 euros. Los estaban saldando. Hojee un ejemplar y estuve a punto de comprarlo, aunque finalmente lo descarté.

Con la aparición de Metamaus, el libro en el que se cuenta la construcción de Maus, le conté a una de mis compañeras que no tenía ni idea de novela gráfica (me gusta distinguir esta palabra de la de cómic, que la utilizo más para hablar de superhéroes, aunque es una distinción puramente personal). En otra librería en que trabajé, otra compañera me hizo un listado: Blankets, Píldoras azules, mucho de Paco Roca... y aunque conservo el papel aún no me había puesto a ello. Finalmente, la semana pasada mi compañera (actual) me prestó Maus.

Más allá de la historia, una biografía sobre el padre de Art Spiegelman, Vladek, judio polaco en medio de la II Guerra Mundial, esto es, Holocausto, hambre, vejaciones, brutalidad, miseria, etc., lo que más me ha llamado la atención es su narratividad y la metaliteratura, presente en toda la novela. En realidad el concepto es sencillo pero está bien tramado; cada capítulo comienza con el propio Art hablando con su padre, quiere que le cuente lo que vio y vivió aquellos años puesto que se está documentando para escribir una novela gráfica sobre ello. Así, tras retratarnos cómo es su padre a fecha de hoy (un tipo ávaro, maniático y perfeccionista, que muestra a la perfección el tópico de judío que preocupa a su hijo a la hora de contar la historia), nos adentramos en la Polonia ocupada primero y en los campos de exterminio después. En un momneto del libro, como si de Cervantes se tratara, en una vuelta de tuerca aparece, no ya un ratón (que es como representa Spiegelman a los judíos), sino un hombre (el propio Spiegelman) con una careta de ratón hablando de la primera parte de Maus, del éxito que ha tenido y del dinero que le ofrecen para llevar la obra al cine. Me parece sencillamnte genial.
Otro aspecto a destacar me parece el punto de vista del narrador. Spiegelman, no se centra tanto en la barbarie nazi, que también, como en las profundas secuelas psicológicas de los supervivientes y, más aún, de los que ni siquieran vivieron aquello, como el propio autor, que se siente culpable precisamente por no haber estado. El padre de Vladek, por su parte, vive en constante tensión y acumulando y guardando todo, ya sea comida o papeles por si acaso le hacen falta en algún momento.

En cuanto a las ilustraciones, Spiegelman utiliza una técnica expresionista que hace recordar a los grandes directores de los años veinte y treinta: Murnau, Robert Wiene o Fritzz Lang.

Supongo que esta novela es la típica para acercarte al mundo de las novelas gráficas. Conmigo, al menos, ha tenido su efecto.


martes, 27 de noviembre de 2012

Esto no es una pipa - Javier Gutiérrez

En este mismo blog, allá por el mes de abril, hablaba de la última novela de Javier Gutiérrez, Un buen chico, la cual me parecía de lo mejor que llevaba leído en el año. Esta apreciación la sigo manteniendo meses después y a punto de finiquitar el 2012, lo que tiene más mérito. En la pequeña nota comentaba una anécdota que me ocurrió con su anterior libro, que no es otro que este que paso a reseñar ahora.

Un hombre despierta en un hospital y no recuerda nada, tiene que construir su vida. Empezar de cero. Tratar de recordar. Poco a poco desgranando información, como en Un buen chico, descubrimos a tres personajes femeninos, un amigo, un accidente, una novela, un par de ciudades. ¿En qué orden? ¿Qué pasa primero? ¿Qué después? ¿Qué es real? ¿Qué forma parte de la ficción? Bueno, para eso está el lector. La escritura es cosa de dos, si un lector no tiene que participar activamente en la lectura esa obra, en gran parte, está condenada a desaparecer (o a convertirse en un best-seller, depende del caso).

Aparte de la continua ruptura espacio-tiempo, Javier Gutiérrez juega con el narrador. La primera persona, la voz íntima, se mezcla con la tercera aséptica, cinematográfica; aparece el narrador para decirnos que nos encontramos ante un cómic en blanco y negro, nos describe las viñetas; en un momento dado la segunda persona se apodera de la historia.

No está mal esto de leer a un autor de atrás hacia delante, es otra manera de ver la evolución que ha ido fraguándose como escritor. En este caso involución, en el sentido de que hay un salto de calidad entre esta obra y la última hasta la fecha. Bien es cierto que en esta novela ya se da la fragmentación como forma de construir la narración, el dar información con cuentagotas, aunque me parece más conseguido en Un buen chico. En cuanto pueda me acercaré a su ópera prima, Lección de vuelo.

viernes, 16 de noviembre de 2012

El diablo a todas horas - Donald Ray Pollock

Decía Chejov que si un clavo aparece al comienzo de un cuento, el protagonista tiene que acabar colgándose de él. Otras versiones afirman que si una pistola aparece al comienzo de un cuento, finalmente debe dispararse. Yo particularmente prefiero esta versión por ser más contundente; además lo de colgarse de un clavo no lo veo tan claro. En cualquier caso se refería a no utilizar elementos que no sean importantes. En este segundo libro de Pollock (primera novela), la sentencia chejoviana se da de manera literal: William Russell entrega a su hijo Arvin una Luger del ejército alemán de la II Guerra Mundial, de donde viene Russell algo tocado tras ver a un soldado crucificado y desollado vivo por los japoneses. Esta semiautomática se dispara en más de una ocasión a lo largo del libro. Pero también otras balas salen del tambor; las 38 milímetros del revólver de Carl Y Sandy, dos tarados que se dedican a recorrer las carreteras en busca de autoestopistas a quienes asesinar; o las del Sheriff Lee Bodecker, quien se saca un sobresueldo haciendo pequeños trabajos de "limpieza" para el matón de turno.

Igual de atormentados están Roy, predicador capaz de echarse por encima un bidón lleno de arañas en medio de la iglesia mientras pronuncia su discurso, o de creer que es capaz de resucitar a los muertos e intentar llevarlo a la práctica. En su viaje alucinatorio lo acompaña Theodore, paralítico homosexual y pedófilo medio enamorado de Roy. Otro personaje señalado por la marca del diablo es Preston Teagardin, también predicador, que se dedica a desvirgar y amaestrar a jóvenes para que, con solo chasquear los dedos, cumplan sus deseos sexuales más oscuros.

Pollock es capaz de hacer literatura con todos estos despojos humanos e, incluso, darle un tono de lirismo a la brutalidad más gratuita y despiadada. Si bien es cierto que en Knockemstiff  se apreciaba mayor belleza en la prosa (no en lo que te contaba que, por contra, era más brutal) la capacidad de impacto sigue siendo la misma. Cuando Pollock escribe parece que el diablo esté con él a todas horas.

martes, 13 de noviembre de 2012

Caza de conejos - Mario Levrero

Hay que leer a Mario Levrero. Todo lo que se pueda (que en España no es mucho). Si Libros del zorro rojo saca una edición ilustrada por Sonia Pulido y se desmarca con este libro-objeto, pues mejor que mejor. Que Random a través de su sello DeBolsillo saca tres novelas cortas (una de ellas ya editadas en Caballo de Troya, también de Random) pues también, qué se le va a hacer si han decidido sacarlo directamente en bolsillo. Pero el texto es el mismo. Entre nada y algo, mejor algo, ¿no? Aunque siempre es preferible hacer las cosas bien.

Dicho lo cual, y tras el tirón de orejas, Caza de conejos, un texto compuesto por cien microrrelatos en torno al título: la caza del conejo. El conejo, el guardabosques, el castillo, los cazadores, y el Idiota que monta la cacería se dan cita y juntos y revueltos conviven, malviven, se confunden entre ellos, se juega a los espejos, se dinamita la realidad y se vuelve al origen pero ya todo está trastocado. Así es Mario Levrero.

Aunque en este libro aparece otro Mario Levrero mucho más paródico es fácil distinguir su sello, su naturalidad para el absurdo, para desenmascarar la realidad (a veces tan falsa), su tono erótico en alguno de los micros, su obsesión (como esa, verdadera, por leer todas las novelas policiacas por muy malas que fueran y que nos cuenta en La novela luminosa).

Los conejos, ¿qué querrán decir? Seguro que es una metáfora. Sí, pero, ¿de qué? Levrero sabía que esta pregunta se la harían muchos críticos y muchos lectores así que él da la respuesta en el microrrelato LXVII: comienza a enumerar una serie de posibles alegorías todas ellas válidas, o no, para acabar con un "etcétera". Para decir a ese crítico que busca desencriptar la leve oscuridad que se desprende de los textos de Levrero: "es inútil, no trates de buscar una verdad, porque no la hay. Esto es literatura, no un problema matemático donde se despeja la X".

Las ilustraciones, donde predomina el rojo, marrón y negro, se empastan a la perfección con el texto, juega de ese mundo real-irreal, a veces onírico, a veces sencillamente surrealista del uruguayo.


lunes, 12 de noviembre de 2012

Mi padre es mujer de la limpieza - Saphia Azzeddine

Paul, aunque todos le llaman Polo, tiene 14 años y vive junto con su madre, su hermana y su padre en un suburbio de Paris rodeado de inmigrantes. Ellos son franceses pero pasan los mismos apuros, o más, que cualquier inmigrante venido, en su mayoría del norte de África. La única fuente de ingresos que tienen es el trabajo de su padre, que se dedica a la limpieza de edificios, ya sean bibliotecas, discotecas o casas particulares. Polo suele ayudar a su padre siempre que puede, y el padre agradece que le acompañe, no ya por la ayuda que pueda ofrecer, sino por la compañía, por estar juntos padre e hijo y hablar.

Este es uno de los puntos fuertes de la novela, la relación paternofilial que se da entre ambos. Por un lado, como ya he comentado, el padre quiere pasar el mayor tiempo posible con su hijo (ha renegado de su hija desde que se quedó embarazada y abortó); del otro lado, Polo siente, como cualquier chaval adolescente, una relación de amor odio hacia su padre. No le perdona que sea mujer de la limpieza y se avergüenza de ello, sin embargo quiere a su padre por encima de todas las cosas. Se produce una dicotomía entre las ganas de emanciparse de los lazos familiares y la seguridad y protección que le ofrece su padre.

Contada en primera persona por Polo, la voz del chico es particularmente cómica e incisiva, libre de cualquier tipo de prejuicio. Utiliza un lenguaje y una lucidez impropia de un joven de su edad. Construída con frases cortas y directas, nos encontramos ante una novela muy divertida y envolvente que, bajo una aparente ligereza, se esconde una profunda crítica social a los estamentos establecidos, centrado en la sociedad francesa pero extrapolable a otros territorios.

viernes, 9 de noviembre de 2012

Bullet Park - John Cheever

En lo que va de este mes de noviembre he logrado acabar un par de novelas y dejar otras dos a la mitad. Ninguna de ellas me han parecido buenas. De una de las acabadas esperaba grandes cosas. Un autor que me había fascinado con su particular voz en sus anteriores libros no he conseguido distinguirle a través de las páginas de este último. De los cuatro libros ha sido, con diferencia, el mejor, pero aún y todo me decepcionó bastante. Quizás por las espectativas. Necesitaba leer un valor seguro. Algo que me reconciliara con la literatura. Leer autores contemporáneos tiene estos riesgos, no leer siempre cosas de primera calidad, pero a cambio compensa y mucho descubrir un nuevo autor, seguirle la pista y verle "triunfar". Pero tú sabes que fuistes uno de los primeros en leerle. Al hilo de esto, creo que algo así pasará con Sara Mesa con motivo del finalista del Herralde. A la gente le gustará el libro, seguro, y luego querrá leer otros libros de la autora. Y yo pensaré que hace años me leí un libro titulado No es fácil ser verde, un libro editado en la colección juvenil de Everest y que descubrí, al César lo que es del César, gracias a las estupendas entrevistas que hacía el escritor Miguel Ángel Muñoz en su blog El síndrome Chéjov y que posteriormente editó Páginas de Espuma. 

Todo este meandro para comentar que he tenido que recurrir a John Cheever para congraciarme de nuevo con la literatura. Si bien es cierto que Cheever es mejor cuentista que novelista, las novelas tampoco desmerecen.

Bullet Park es la residencia de la típica clase media americana, donde la familia Nailles vive su American dream: casita con jardín; un matrimonio medio feliz y sin infidelidades de por medio (más por las circunstancias que por falta de ganas, sobre todo de ella); un trabajo con el que mantiene a la familia (él); y un hijo que no es ni brillante ni torpe, medianero. Un buen día el chico coge una depresión y decide no salir de la cama en un par de meses. La estabilidad soñada se tambalea. Obvio, estaba cogida con hilos. Así la primera parte. El Cheever de los cuentos.

En la segunda (aquí aparece otro Cheever), Hammer nos cuenta su historia. Antes, al principio del libro, se le ha nombrado de pasada: sabemos que ha llegado al barrio para instalarse y ha cruzado un par de frases con Nailles. 

Ahora es su momento en la narración. Nos cuenta su infancia de niño bastardo, su dificil y solitaria existencia, su tormentosa vida sobrellevada a base de alcohol y su obsesión por poseer una casa con una habitación de paredes amarillas donde pueda traducir. En vista de que no puede conseguir una paz espiritual, decide llevar a cabo un plan que planteaba su abuela: matar a un hombre.

La tercera parte el destino de estos dos hombres se cruza. El resto es lectura del libro.

Magistral. Como siempre.

martes, 30 de octubre de 2012

La piel de los extraños - Ignacio Ferrando

Este es el tercer libro de relatos publicado del escritor asturiano Ignacio Ferrando, Premio Ojo Crítico de narrativa 2011 por su obra Un centímetro de mar.

Once son los componentes del conjunto en los que destaca una prosa cuidada y un saber hacer que muy pocos pueden conseguir. Son cuentos de extensión media-larga, en torno a las veinte páginas, por lo que no son cuentos donde prime la anécdota, ni un hecho aislado. La elaboración de estos relatos, donde se nos narra, se disgrega o se describe, convierte cada pieza en una pequeña nouvelle.

El libro se abre con Los atardeceres de Tagfraut, un lugar imaginario que utiliza un profesor (parece que de escritura creativa, aunque no se nos dice en ningún momento) para que sus alumnos lo imaginen. Un día descubre que ese lugar es real y, junto con su pareja y antigua alumna, deciden visitarlo. Ese lugar irreal, que de repente es real, pasa de ser un sitio idílico a un tormento donde el tiempo se disloca y trascurre más rápido que en la realidad.

Los sistemas, es el segundo cuento. Un profesor ha logrado desgranar el mundo como un sistema de variables de modo que puede llegar a predecir qué va a ocurrir.

En Tres violines, se juega con la identidad y con la angustia de no ser reconocido al decir quién eres. Esto es lo que le sucede al protagonista, que regresa junto a su pareja a su pueblo natal tras un conflicto armado. Ningún vecino, ni siquiera su padre, le recuerda.

Mathilda y el hombre del tiempo me parece uno de los cuentos más bellos que he leído. En medio de una ciudad en caos y abandonada por la llegada de un tsunami, una pareja de amantes disfruta de su soledad.

Liberación bebe de los relatos de Kafka. Un grupo de recluídas trabaja de manera automática en una construcción.

Ventisiete o la física de un resplandor, nos narra la gran apuesta que quiere llevar a cabo el protagonita que lleva trece años estudiando las probabilidades de que salga cierto número en la ruleta.

La piel de los extraños, el relato que da título al libro, versa sobre una pareja que, abnegada en la monotonía, decide disfrutar de un día a la semana por su cuenta, sin pedir después explicaciones a la otra parte. En este cuento, la soledad de la vida en pareja y el miedo a la indiferencia marcan la narración.

Babel también bebe de los cuentos alegóricos de Kafka. En ella se pretende construir una torre de tres mil pies de altura. Poco a poco el trabajo se convierte en su modo de vida. Hacen vida entre los andamios y viven por y para la gran obra. En ese sentido, recuerda un poco a La autopista del sur, de Cortázar, donde se crea un microcosmos en medio de una situación anómala.

Pelícanos, nos sitúa en un mundo apocalíptico donde el cambio climático ha hecho sus estragos y solo unos pocos supervivientes conviven con alimañas de todo tipo.

Un buen tipo demasiado sentimental es la historia del verdadero Philip Marlow y de cómo Raymond Chandler suplantó su identidad para crear uno de los más famosos detectives de la literatura universal.

Por último, Las profundidades, indaga en los recuerdos confusos y vagos del protagonista con una joven que desconoce.

Como se ha podido apreciar, los once relatos que componen el volumen contienen un fuerte contenido metafórico, dando al conjunto una densidad y una consistencia que hará las delicias de todo buen aficionado al cuento.

lunes, 22 de octubre de 2012

Bioy - Diego Trelles Paz

Si decidí leerme esta novela fue porque tenía curiosidad por saber quién había ganado el premio este año. La novela del año anterior, Tania con i, me pareció interesante. La novela ganadora de la primera edición, El alquiler del mundo, está bastante bien valorada (la tengo pendiente en esa pila que crece y crece). Así, con estos precedentes, no había nada que me impidiera acercarme a esta obra del peruano Diego Trelles Paz.

La trama central gira en torno a la brutal paliza llena de vejaciones y violaciones que una joven que dicen que pertenece a Sendero Luminoso recibe por parte de cuatro militares peruanos.

Dividida en cuatro partes, la estructura del libro se compone de una serie de espacios que pasan de un lugar a otro y de 1986 a 2004, 2007 o 2008. Es decir, se dinamita el eje cronotópico formándose un puzzle con las diferentes voces (se narra en tercera pero también en primera) y los diferentes saltos temporales. Un puzzle que finalmente encaja.

De las cuatro partes, la primera alterna 1986 con 2003/2004. Es la más violenta, en la que se nos cuenta las vejaciones a las que es sometida la chica detenida y las posteriores consecuencias para los militares que llevaron a cabo dicha acción.

La segunda parte narra la historia en primera persona del agente infiltrado Humberto Rosendo para capturar a un reconocido narco. Es la parte más lineal y, puede, que la más conseguida.

La tercera, por contra, cojea. Y mucho. Sin tener demasiado sentido se nos narra como si de un blog se tratara diferentes entradas relacionadas con el sexo o con la literatura.

La cuarta parte, cierra la historia, ata flecos que faltaban y pone punto y final al libro.

La novela es buena, la prosa cuidada y la disposición estructural más que interesante. Sin embargo, el tropezón de la tercera parte y la necesidad de saber más sobre Bioy (aunque también es interesante no saber más de él, quedarte con la duda) hace que esta novela no sea todo lo redonda que podía haber sido. Y aún y todo, funciona.

sábado, 20 de octubre de 2012

Historias de un Dios menguante - José Mateos

Nueve cuentos (yo aprecio un guiño a Salinger) componen este libro de relatos del poeta gaditano José Mateos. Nueve cuentos bien diferenciados en cuanto a temas, estructuras y estrategias narrativas, donde priman la prosa sencilla y directa y los silencios y el poso de amargura o de pérdida que queda tras la lectura de los relatos hace que te hagan volver al principio para volver a leerlos.

El volumen se abre con Alexis y la razón histórica, donde un terrorista arrepentido piensa en dejarlo y vivir junto a su familia mientras conduce, junto con otro compañero, una furgoneta llena de armamento. ¿Cuándo ocurre lo imposible? trata de un profesor francés que va a dictar un curso de verano en El Escorial durante los últimos años del franquismo. El profesor, en otra época más idealista, vive una existencia gris y desengañada de la sociedad. En el curso conocerá a un joven estudiante que, de alguna manera, es él mismo cuando era joven. Por último, La piedad, retrata la relación de una madre y una hija a lo largo de toda su vida. Estos tres relatos, los tres primeros, son los de mayor fuerza.

Le siguen Hora de cobrar, donde se juega con el lector que cree asistir a un relato de mafias y que finalmente Mateos le da la vuelta al argumento. Este cuento consigue mantener el suspense en el lector. La cueva sin eco, que trata sobre la pérdida de la esposa; Viñetas del lado oscuro, que nos muestra en pequeñas pinceladas la decadencia y destrucción de dos yonquis; La voz de la sangre, un relato desgarrador sobre un padre militar que participó en una emboscada en Bosnia y se lo cuenta, a petición, al hijo; Fútbol, sobre los entresijos de la prostitución de menores; y El tratamiento, donde Mateos desmonta de nuevo las expectativas que nos habíamos formado en el primer párrafo.

De esto se deduce que la característica más sobresaliente de este libro de cuentos es la mirada, siempre acertada, con la que José Mateos aborda estos nueve relatos.

jueves, 18 de octubre de 2012

Ciudad abierta - Teju Cole

Colocando novedades en la librería me topé con este título. Puede que fuera la portada, una fotografía de Catalá-Roca; el nombre del autor, Teju Cole que ni me sonaba ni podía imaginar de dónde venía ese extraño patronímico; el título: Ciudad abierta sí, pero ¿qué significa?; o puede, incluso, que por el traductor, Marcelo Cohen, el caso es que en lugar de insertarlo en la "C", le di la vuelta y me puse a leer la parte posterior. A mitad de lectura me cansé (no me gusta mucho hacer este gesto, el leer las contraportadas de los libros), abrí el libro por la primera página y leí los dos primeros párrafos. Estaban bien narrados, poco más podía decir a esas alturas. ¿Y Teju Cole? Es de origen nigeriano y vivió allí los primeros diecisiete años de su vida. Para saber qué significa ciudad abierta tenía que leer el libro (perdón por mi ignorancia pero no sabía de su significado en materia política).

Como no podía ser de otra manera me compré el libro.

Julius es un joven nigeriano afincado en Nueva York que trabaja como residente psiquiátrico. En su tiempo libre se dedica a vagar por las calles sin dirección, lo que permite echar a volar su mente. Toda la novela es una reflexión monologada de algunos de los aspectos más importantes de nuestros días; entre ellos la situación del mundo tras el atentado a las Torres Gemelas. En ese sentido, se da un más que interesante debate entre Julius y un joven marroquí que trabaja en un locutorio de Bruselas. En un bar, y junto a otros conocidos de Faruk, el marroquí, hablan de Palestina, Israel y el concepto de Europa:

"Es cierto, dijo Khalil, Europa no es libre. Hay una retórica de libertad, pero solo una retórica. Si dices algo sobre Israel, te taponan la boca con los seis millones. No lo estarás negando, ¿no?, me apresuré a decir yo, no estarás negando de verás la cifra, ¿no? No se trata de eso, dijo Khalil, se trata de que negarlo va contra la ley, y de que incluso va contra una ley no escrita cuestionarlo. Faruk estuvo de acuerdo. Si intentamos hablar de la situación de los palestinos, nos vienen con los seis millones. Los seis millones: fue una tragedia horrorosa, claro, seis millones, dos millones, un ser humano, siempre está mal. Pero, ¿qué tiene que ver con los palestinos? ¿Es está la idea europea de libertad?
Aunque no había alzado la voz, había en esas palabras una intensidad palpable. ¿Los palestinos construyeron los campos de concentración?, dijo. ¿Y que hay de los armenios: como no son judíos sus muertes significan menos? ¿Cuál es el número mágico en el caso de ellos? Yo te diré por qué importan tanto los seis millones: porque los judíos son el pueblo elegido. Olvida a los camboyanos, olvida a los negros norteamericanos, el de los judíos es un sufrimiento incomparable. ¿Y los veinte millones de muertos bajo Stalin? No mejora nada que te maten por razones ideológicas. La muerte es la muerte, así que, lo siento, los seis millones no son tan especiales. Me frustra todo el tiempo ese número, un número sagrado que, como dijo Khalil, se usa para terminar todas ls discusiones. Los judíos lo usan para callar al mundo. A mí me importa un bledo la cifra exacta. Toda muerte es sufrimiento. Otros también han sufrido y en eso, en sufrimiento, consiste la historia".

En otras ocasiones Julius reflexiona sobre la incomunicación en la que parece que vivimos, rodeados de gente y a la vez sintiéndonos tan solos:


"Tintinearon las llaves, él entró en el apartamento ventiuno y yo en el ventidós. Cerré la puerta y oí que también se cerraba la suya. No encendí la luz. En la habitación de al lado había muerto una mujer, había muerto al otro lado de la pared, y yo ni me había enterado. No me había enterado en las semanas en que el marido estaba de duelo, ni cuando lo saludaba con la cabeza y auriculares en los oídos, ni cuando doblaba mi ropa en la lavandería del edificio mientras él usaba la máquina. No lo conocía tanto como para preguntarle cómo estaba Carla y no había notado la ausencia de ella. Esto era lo peor. No había notado ni su ausencia ni el cambio-tenía que haber habido un cambio-en el ánimo de él. Ya no era posible, ni siquiera ahora, llamar a su puerta y abrazarlo, o tener una conversación larga. Habría sido una farsa de identidad".

Así, divagando sobre la vida, va desgranando pequeños recuerdos de su infancia, su formación militar, sus amigos, o la mala relación con su madre.

Llega un punto en que la novela, igual que empieza se acaba. Porque en esta novela no hay tramas al uso, solo un dejarse llevar por la mente de un personaje lúcido y reflexivo.

viernes, 12 de octubre de 2012

La tienda y la vida - Isabel Sucunza

Quien más, quien menos, ha tenido diferentes trabajos basura mientras hacia la carrera. Quien más, quien menos, sigue teniendo los mismos trabajos basura una vez finalizada la carrera y darnos de bruces con la realidad, esa que no es como te la esperabas/te la pintaron. Llevo más de diez años de trabajo en trabajo (en una cadena de producción de sándwiches, de reponedor en un centro comercial, en diferentes librerías...) y siempre, mientras que estaba en mi jornada laboral, pensaba en cualquier otra cosa menos en mi trabajo. El trabajo lo hacía, lo sacaba adelante y nunca han tenido quejas de mi, pero lo que no pueden hacer es pretender que mi mente esté con ellos. Siempre ando disperso, reflexionando a raiz de la entrada de determinado cliente, pensando en lo extraño que es el mundo, en que cada persona viene de su padre y de su madre; en definitiva, divagando de lo divino y de lo humano. Por eso no he podido sentir más empatía por este libro.

Isabel Sucunza, me refiero al personaje, entra a trabajar en la tienda de ropa de su hermano, por dos semanas, supliendo a la chica que normalmente trabaja allí. Aprovecha la ocasión para comenzar un dietario en el que plasmar sus experiencias como dependienta pero, lejos de contar el día a día de su yo físico (digámoslo así), esto es, las tareas propias que realiza una dependienta (que también lo cuenta, pero como mero detonante para pasar a otras cuestiones), lo que se nos relata aquí es el yo mental (digámoslo así, de nuevo). Es decir, que en realidad la tienda es un mero MacGuffin hitchconiano para pasar a otros asuntos de mayor relevancia: Catalunya y lo catalán (centrándose especialmente en su cultura), las relaciones de pareja, el fracaso o la dualidad Bien-Mal.

La fuerza de este libro radica en la mirada lúcida de la autora, que consigue plasmar con apenas unos apuntes aparentementos sencillos una profunda reflexión; y viceversa, hasta el hecho más nimio tiene un tinte de solemnidad.

jueves, 11 de octubre de 2012

Medusa - Ricardo Menéndez Salmón

Uno. A menudo nos preguntamos, cuando vemos imágenes violentas en la televisión, si es necesario que nos muestren los cadáveres ensangrentados del último tiroteo de cualquier ciudad del mundo. Si realmente es de recibo ver un cuerpo descuartizado cuando nos comunican que ha estallado un coche bomba, o que alguien se ha inmolado. Es cierto aquello de que una imagen vale más que mil palabras (hasta un límite), pero no es menos cierto que basta con mostrarnos el caos reinante en la zona para saber que allí ha habido una catástrofe.

Dos. Hay una foto tomada por Kevin Carter que causó un gran revuelo cuando fue tomada allá por el año 1993. Es la famosa instantánea en la que un niño parece aturdido mientras que un buitre permanece al acecho. El fotógrafo recibió fuertes críticas por no hacer nada, por ser un "aprovechado" de la situación, hacer su foto y ganar el Pulitzer con ella. Meses después, Carter se suicidó y nació toda una serie de mitología en torno a que la razón principal de su sicidio era la foto de marras. En más de una ocasión se han desmentido estas teorías, pero, sin embargo, sí que podemos leer en su nota de suicidio que: "estoy atormentado por los recuerdos vividos de los asesinatos y los cadáveres y la ira y el dolor (...) del morir del hambre o los niños heridos", lo que cabe suponer que, por mucho que sea un oficio y estés acostumbrado a ello, mostrar el Horror tiene que agotar mentalmente.

Estas dos cuestiones giran en torno al último libro de Ricardo Menéndez Salmón: enmascarado en forma de biografía de la vida y obra de Karl Gustav Friederich Prohaska, fotógrafo, pintor y cineasta, Menéndez Salmón nos propone un recorrido por la Europa del siglo XX, desde los estrertores de la I Guerra Mundial hasta las bombas de Hiroshima y Nagasaki, pasando por el nacimiento y auge del nazismo. Prohaska dejará plasmado, a través de sus obras, todo este vendabal de sinsentido, muerte, odio y destrucción. Y todo ello, sin plantearse en ningún momento si lo que está ocurriendo delante de sus ojos lo podría haber evitado, si podría hacer algo para invertir esa situación. Sin preguntarse qué consecuencias puede tener esas acciones para el futuro de la Humanidad.

Pues bien, este ensayo, que presentado en forma de novela le permite a Salmón un cierto acercamiento para con el lector, no es otra cosa que la biografía de todos y cada uno de nosotros. Al igual que el Prohaska biografiado en el libro, estamos hartos de ver imágenes duras a través de los medios de comunicación, vemos como el mundo se tambalea a nuestro alrededor y como pensamos que no podemos hacer nada para remediarlo, así que mejor me quedo como estoy. Salmón plantea hasta qué punto no somos responsables, con nuestro inmovilismo, de todo lo que está sucediendo.

martes, 9 de octubre de 2012

Nostalgia - Mircea Cartarescu

La primera vez que vi el nombre de Cartarescu impreso en un libro trabajaba en una librería de un barrio castizo de Madrid donde parte del fondo se basaba en libros descatalogados y la clientela fija consistía en personas mayores, generalmente hombres de unos sesenta años en adelante que buscaban cualquier libro que costara cinco euros o menos. Entre el servicio de novedades, mientras que abría cajas, descubrí un par de ejemplares de El ruletista. Cogí uno, lo dejé en el mostrador y seguí dando de alta y colocando libros. A media mañana había terminado así que, como estaba solo y no había mucho más que hacer, me puse a leer. Afortunadamente durante toda la lectura no entró nadie en la librería: pude leer el cuento de Cartarescu de un tirón. Ahí estaba el hombre sin suerte que amasa una fortuna gracias al azar. Por supuesto, la primera en saber del descubrimiento fue mi compañera de trabajo que venía por las tardes. Esa misma tarde se leyó el libro y al día siguiente comentamos qué nos había parecido. Luego tuvo la suerte de que el propio Cartarescu le firmara en la Feria del libro de Madrid.

Fue tal el impacto que me causó el libro que decidí pedir algunos ejemplares más y ponerlos junto a la caja registradora.Cuando la gente venía a pagar siempre hojeaban los ejemplares. La cuidada edición, el pequeño formato, la cara sonrosada, llamaban la atención. Cuando me preguntaban qué era y de qué iba me lanzaba a explicarles qué tipo de libro tenían entre sus manos. Sea como fuera, en esa librería se vendieron seis o siete ejemplares, cantidad más que llamativa teniendo en cuenta el tipo de librería que era. Supongo que parte de la culpa la tuvo el hecho de que yo me mostrara entusiasmado al hablar del libro. Y ese entusiasmo se mantuvo vigente cuando publicaron Lulu. Y ahora, que vuelvo a trabajar en una librería, ando como un loco dispuesto a descubrir a Cartarescu a más gente.

Porque leer a Cartarescu es una experiencia (a pesar de lo grandilocuente que puedan sonar estas palabras); es dejarse arrastrar por un mundo que bebe tanto de la realidad como del sueño, de lo cotidiano como de lo fantástico; donde una historia da lugar a otra y esta, a su vez, a otra más. De ahí que las arañas y, sobre todo, su tela, esté presente en casi todas sus narraciones, porque todo está tejido, interconectado entre sí, forman un todo. Incluso los relatos que componene este libro (para mi hay alguna novela corta más que relato) tienen puntos en común, interactúan entre ellos, incluso con Lulu, personaje que aparece nombrado en uno de los cuentos.

El libro está dividido en tres partes: El Prólogo, compuesto por El ruletista, y el Epílogo, cuyo cuento lleva por título El arquitecto, y que me parece el más kafkiano en su composición. La parte central, Nostalgia, lo forman dos piezas como El Mendébil y Los gemelos y la obra maestra, REM. Este nucleo está caracterizado por la temática que, como el propio título indica, hace alusión a los recuerdos, a la infancia, a la añoranza de aquellos años que ya no volverán. Donde todo era posible, donde el mundo real se daba de la mano y cohabitaba con el de la fantasía.

Sé que no he hecho una reseña del libro, pero es difícil hablar de algo tan bueno. Cualquier cosa que comente no va a llegar a la sensación que se experimenta al leer a Cartarescu y si la editorial Impedimenta nos facilita la fuente (con un gran tradución de Marian Ochoa de Eribe), ¿quién soy yo para hablar de ello?

domingo, 30 de septiembre de 2012

Geometría del azar - Fernando Palazuelos

Por segundo año consecutivo la obra de Fernando Palazuelos consigue, por méritos propios, entrar a formar parte de los diez finalistas del Premio Setenil. Si el anterior año lo hacía con Ficcionarium, libro de microrrelatos, este año el finalista es el título que nos ocupa.

Este último libro de Palazuelos gira en torno al azar, a la casualidad, a lo fortuito. A través de experiencias que vivió el propio autor, no sabemos si enmascarándolas de ficción o no (ni importa) el escritor bilbaíno construye una serie de relatos, o crónicas, de diversas situaciones donde el azar es el protagonista.

Dividido en tres partes (La danza del poliedro, La lentitud del péndulo y La rúbrica del azar), la primera y la tercera se basa en la casualidad más fortuita, si bien es cierto que en la tercera parte me parece vislumbrar una casualidad más inesperada. La segunda parte del libro me parece la más interesante. Esta parte se centra, como indica el título, en el tiempo, en las relaciones entre el ahora, o el antes, y el después. Palazuelos plantea a través de estos cuentos lo inevitable del reloj de la vida. Allí donde hay un "tic" habrá un "tac" en el futuro que complete ese movimiento pendular. El paso del tiempo hace que se cierre el círculo de algo que sucedió.

Más allá de las historias que cuenta Palazuelos, con una gran capacidad para narrar, lo que me parece más importante en este libro es, por un lado, las conjeturas que va desarrollando a lo largo del libro a modo de introducción a las tres partes en las que se divide, más el epílogo; de otro lado, el poso filosófico que rezuma sus páginas. De poco sirven estos cuentos si no te detienes en cada uno de ellos para reflexionar sobre ellos, sobre el azar, sobre el tiempo, sobre la vida.