viernes, 11 de noviembre de 2011

Acantilados de Howth - David Pérez Vega

La generación que nació en los años 70 en España (y los primeros 80, como en mi caso) es aquella a la que le dijeron que lo mejor era estudiar, labrarse un futuro, una carrera nos daría estabilidad económica. La idea era más o menos así: hacías una carrera (desde hace unos años, además tienes que hacer un máster); con el título bajo el brazo ibas echando currículums y poco a poco ibas sentando la cabeza: conocías a alguien, empezabas a salir, te comprabas un piso. Pero, claro, nadie nos dijo que el piso, que está en una ciudad dormitorio, lo pagaríamos en 35 años. Tampoco nos dijeron que, bueno, a lo mejor si que conseguíamos trabajo, pero que ganar dinero ya es otra cosa, que para eso tienes que echar horas y horas, y eso, como es obvio, merma la relación en pareja, a la que en realidad ves más bien poco.

La primera novela de David Pérez Vega habla de esto, pero no solo. Ricardo, poseedor de dos títulos universitarios, trabaja como contable para una gran empresa en un centro financiero alejado de su casa. Lleva un año casado con Isabel, pero las cosas no van bien, muy posiblemente esté a punto de poner fin a su matrimonio.

La novela está construida a base de flashbacks donde Ricardo rememora sus años estudiantiles y su posterior viaje a Dublín. Tras acabar la carrera de ADE, y viendo que aún es muy joven para pasar a la vida adulta de trabajo con "traje", decide estudiar Ciencias Económicas. Su idea es hacerla en un año y luego, ya sí, ser un miembro más de la sociedad activa. Sin embargo, finalmente tiene que acabar en dos años. En un fin de semana de este segundo año, recién terminada su segunda licenciatura, va a Segovia a recoger un accésit en un concurso de poesía y es, en ese momento, cuando Ricardo sufre una pequeña epifanía, a mi juicio, que le lleva a plantarse en Dublín cuatro meses después. El protagonista conoce a un poeta salmantino que a pesar de su licenciatura en historia no ha trabajado en nada relacionado con eso. Vive de concursos literarios, viaja y lee. De alguna manera Ricardo se libera de la responsabilidad que nos atenaza una vez que acabamos la carrera, ese salto hacia la incertidumbre. Por su cabeza ya rondaba irse a Irlanda a mejorar su inglés, pero es a raíz de conocer al poeta salmantino cuando se decide finalmente. Y es en Dublín donde con más insistencia se detiene la memoria de Ricardo. El resto, tienen que leerlo.

A simple vista puede tratarse de una novela pesimista, donde el tiempo pasado es siempre mejor. Así, Ricardo rememora su estancia en Irlanda como los años más felices de su vida. Sin embargo, esto es algo que hacemos todos, él mismo reconoce que ha idealizado la situación y, al estar pasando por una mala época, es normal que se refugie en ese pasado aparentemente idílico. A mi entender la tesis de la novela es el poder de la literatura, al menos por un par de razones. La primera por la cantidad de referencias literarias que van apareciendo a lo largo del libro. La segunda es la condición del protagonista de, si no escritor, persona que escribe. Hace años escribió casi sin querer un poemario cuando peor lo estaba pasando: le había dejado su novia y había empleado un año más del que tenía pensado en acabar su segunda licenciatura. Ahora, Ricardo está escribiendo toda esta historia para exorcizar sus demonios y, es más, el final de la novela deja ver que, muy probablemente, esté armando otro libro de poesía.

2 comentarios:

  1. Hola Carlos:

    Muchas gracias por tu atenta lectura de mi libro.

    un abrazo

    David

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  2. Hola David,

    la verdad es que lo he disfrutado mucho y me he sentido bastante identificado con ciertos pasajes.

    Enhorabuena!

    Un abrazo,
    Carlos.

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