viernes, 23 de septiembre de 2011

La mano invisible - Isaac Rosa

La mano invisible comienza muy bien: un albañil realiza su trabajó en una nave industrial reconvertida casi en plató de televisión, donde un grupo de espectadores observa como construye un muro y, una vez que lo ha acabado, coge una maza, destruye la pared bajo la atenta mirada y posterior ovación de los presentes, y vuelve a empezar. 48 páginas, un gran cuento donde ya está toda la tesis de Rosa en esta novela: el trabajo manual, la monotonía, la alienación, la crítica social, el Gran Hermano que todo lo vigila (encarnados en un principio por el público). El resto, las 330 páginas de la novela sobran, por la sencilla razón de que es más de lo mismo. Donde hay un albañil, ponga ahora un carnicero, una administrativa, una teleoperadora, un mecánico... todos y cada uno de ellos realizando trabajos monótonos automatizados tras años y años haciendo lo mismo. Todos ellos descontentos con sus vidas. Todos ellos son las copias del albañil; entonces, ¿Para qué alargar la novela innecesariamente? Es una pregunta retórica, la verdad es que no tengo la respuesta.

La novela de Rosa es buena, en algunos momentos muy buena, en cuanto al estilo narrativo; no es fácil desmenuzar el trabajo de diferentes profesiones sin caer en el aburrimiento y en el tedio de sus páginas. Las pinceladas que dan los personajes de sí mismos a través de sus pensamientos son aceptables, a pesar de que no en pocas ocasiones recurre al cliché. En ese sentido, los personajes que nos presentan son algo planos y desdibujados; quizás también esa sea su intención, puesto que al fin y al cabo se trata de mostrarnos la deshumanización del trabajador.

Sin embargo siempre he creído en el valor de la brevedad. Al tratarse de una crítica social, la novela de Rosa hubiera tenido mucha más fuerza acotando la acción a un solo trabajador, en este caso el albañil, pero que es representante de todos los trabajadores manuales.

martes, 20 de septiembre de 2011

Caribou Island - David Vann

Si en Sukkwan Island la segunda mitad del libro mejoraba toda la tediosa primera parte dándole sentido al libro y se nos mostraba un David Vann mucho más visceral, en esta nueva isla, el desenlace, que se precipita en las últimas quince páginas, es inverosímil y, por mucha belleza poética que se esfuerce en mostrar, el resultado es bastante débil. Digo que el desenlace es inverosímil, pero no imprevisible, de hecho desde la segunda página sabes lo que va a pasar, más si cabe si se ha leído el anterior libro de Vann. Y es que el argumento, en una de las historias, es el mismo. Si en la otra un padre y un hijo distanciados se marchaban a una isla inhóspita a vivir a una cabaña para ver si podían limar asperezas, en esta ocasión es un matrimonio cincuentón el que trata de arrimar posturas construyendo una cabaña para pasar el invierno en una isla (también inhóspita y también de Alaska). No sé vosotros, pero yo cada vez que he trabajado con alguien conocido hemos acabado discutiendo por eso de que cada uno tiene su punto de vista y como la confianza da asco, nos soltamos sapos y culebras por la boca. Luego la cosa se soluciona tomando unas cervezas. Pero si te va mal con tu mujer y no se te ocurre mejor idea que llevarla a construir una cabaña con cuatro maderas en la que vais a pasar tres meses a unos diez grados bajo cero pues igual la crisis matrimonial no la solucionáis.

La otra historia es la de la hija del matrimonio, que vive con un dentista adinerado. Estos también viven su propia crisis: ella quiere compromiso y casarse; él quiere tirarse a todo lo que tenga piernas, si tiene dos mejor, pero no es un requisito imprescindible. Para muestra, un botón:

" De pie ante el fregadero, mientras lavaba la lechuga, Jim encontró la solución. Dedicaría el resto de su vida al sexo. Se pondría en forma para poder acostarse con tantas mujeres como pudiera".

En fin, que el libro no es malo; David Vann sabe narrar, tiene un estilo aséptico y seco, e hilvana bien la historia, pero que necesito reconciliarme con la literatura, leer ese libro que me deje destrozado, como cuando era joven e impresionable.

viernes, 16 de septiembre de 2011

Autobiografía novelada J.M. Coetzee

A través de tres libros, el Premio Nobel sudafricano J.M. Coetzee elaboró una autobiografía novelada. El primer volumen llevaba por título Infancia y en él se nos narra los primeros años del niño Coetzee en la pequeña localidad de Worcester, cerca de Ciudad del Cabo. Coetzee es un niño bastante solitario e introvertido, que para compensar decide ser el mejor de su clase. Vive con su madre, su padre y su hermano. La relación con ellos es como la de cualquier niño de su edad: quiere a su madre, odia a su padre e ignora al hermano.

A este primer libro de memorias le pondría un pero: las reflexiones que hace el narrador no son demasiado adecuadas para un niño de ocho años. Son propias de un Coetzee adulto recordando su etapa infantil, pero al ser un narrador en tercera persona focalizado en el niño, chirrían un poco los pensamientos y conclusiones a los que llega el infante. Un ejemplo de esto que estoy hablando sería el siguiente:

El agua de la cantimplora está mágicamente fresca, pero él no necesita más de un sorbo cada vez que bebe. Está orgulloso de lo poco que bebe. Eso le será útil, espera, si alguna vez se pierde en el veld. Quiere ser una criatura del desierto, de este desierto, como un lagarto.

No creo que un niño de ocho años se sienta "orgulloso" de beber poca agua, y mucho menos que eso lo considere de utilidad si se pierde en el desierto. No obstante, sí que el niño puede pensar algo parecido pero no saber explicarlo, y en ese caso sí está justificado que el narrador (un Coetzee maduro) nombre los recuerdos.

El segundo título Juventud, nos muestra a un Coetzee asqueado de la vida sudafricana y, ante las revueltas raciales, decide irse a Londres. Allí pretende ahorrar y escribir poesía. Pero, su trabajo como programador informático no le deja demasiado tiempo para él y poco a poco va sucumbiendo a la rutina. 

Quizás sea, de los tres, el libro que más interesante me ha parecido. Una novela de aprendizaje, la de un veinteañero que se quiere formar como escritor pero al que el trabajo le va alineando y oprimiendo poco a poco; el miedo ante la página en blanco y la búsqueda de la voz narrativa. Uno siente el desasosiego y el inmovilismo que atenaza al joven. Por el tema, recuerda vagamente al Retrato del artista adolescente o, incluso, a El guardián entre el centeno.

Por último, Verano cierra la trilogía autobiográfica. Lo más interesante aquí es el punto de vista: un investigador se ocupa de la biografía de Coetzee, ya difunto, a través de cinco entrevistas. Cuatro de estas entrevistas son con mujeres con las que tuvo algún tipo de relación, lo que nos da una visión sesgada de Coetzee y nos plantea la duda de que cualquier biografía es poco objetiva y se posiciona.

Puede que de las tres, Verano sea el más sencillo de seguir, ya que al estar estructurado en forma de entrevista, es más ligero. Con las dos primeras entregas, el estilo riguroso y certero en una tercera persona distanciada, dificultaba de alguna manera el adentrarte en sus páginas.

En cualquier caso, estamos ante tres novelas que a buen seguro sobrevivirán al paso del tiempo, convirtiéndose, por derecho propio, en un clásico futuro.

martes, 13 de septiembre de 2011

La vida privada de los árboles - Alejandro Zambra

La vida privada de los árboles fue la segunda novela de Alejandro Zambra y se sitúa justo a medio camino de la primera y la tercera temática y estilísticamente hablando. Si en Bonsái el uso de la metaliteratura era un componente destacado, a parte de la elipsis, y en Formas de volver a casa ese recurso aparece pero más diluido (solo en algunas páginas), en La vida privada de los árboles, también se da el recurso metaliterario pero no está tan presente como en Bonsái.


En cuanto a la temática, ocurre lo mismo. Donde en Bonsái es la historia de amor de una pareja, y su posterior ruptura (todo ello contado con pequeñas pinceladas), en La vida privada de los árboles también se nos cuenta una relación de amor y ruptura, todo ello bajo el influjo del tedio de la clase media chilena (mundial, por extensión). Finalmente, en Formas de volver a casa esa apatía burguesa estalla en el inmovilismo frente a una dictadura.

En contra de lo que suele pensar la crítica, creo que en la obra de Zambra se produce una involución puesto que Bonsái es mucho más potente y sugerente que las otras obras, más si cabe teniendo en cuenta que fue su primera novela.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Mi abuelo llegó esquiando - Daniel Katz

Novela del finlandés Daniel Katz que narra las aventuras de una familia judía de origen ruso que emigra a Finlandia. El protagonista cuenta los avatares que pasan sus antepasados, centrándose en la figura de su abuelo Benno, corneta del ejército del zar. El libro nos da una visión muy particular de la historia del siglo XX de Finlandia y, también de alguna manera, de Europa.

En cuanto a la forma, la obra está dividida en tres partes que tienen como telón de fondo tres guerras: la ruso-japonesa, la de Continuación finlandesa (entre Finlandia y la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial), y la Segunda Guerra Mundial propiamente dicha. La novela es un alegato contra las guerras ya que cualquiera es: "quizá la más absurda de todas las guerras". Solo determinados hechos del azar hacen que luches en un bando o en otro.

Cada una de estas partes están compuestas por varios capítulos. Muchos capítulos funcionan solos por sí mismos, y solo los personajes y la causa-consecuencia hacen que estemos ante una novela y no ante un libro de cuentos.

En cuanto al estilo, Daniel Katz tiene una particular visión del mundo; con un tono irónico y con tintes absurdos en alguna ocasión, la prosa es desenfadada y muy amena. Puede que en ocasiones decaiga un poco la trama, pero estamos ante una novela muy fácil de digerir y con la que, a buen seguro, se pasa un buen rato.

martes, 6 de septiembre de 2011

Burocracia - Santiago Ambao


Normalmente siempre leo a posteriori reseñas de los libros que me acabo de leer y entrevistas con los autores en cuestión. Hace cosa de un mes leía una entrevista de Sara Mesa y recomendaba una novela de un autor que no había oído hablar en mi vida: Burocracia, de Santiago Ambao. Que no supiera quién es el autor se debe a que esta es su segunda novela. La primera obtuvo un accésit de un premio literario (Obra Social Caja Madrid) y, en lugar de firmar contrato con Lengua de Trapo, tuvo que publicarla por internet con lo que la publicidad y difusión fue prácticamente nula. En esta, fue premio joven 2009 de narrativa de la Fundacion General de la Universidad Complutense de Madrid, y la editó Gadir. Muy bien, por cierto.

A mí ya con el título me entraron ganas de leerla. Adoro la burocracia; hacer largas colas para conseguir un papel en una ventanilla y que luego tengas que hacer otra cola inmensa para que, en el mejor de los casos, te lo sellen. O peor, te digan que ese no es el formulario. Me gusta la burocracia porque me siento protagonista de una obra de Kafka.

La obra precisamente ha sido comparada con el autor checo, aunque el 90% de lo que se publica se compara con Kafka; y con Orwell y un poquito de Borges. A mi esto me suele dejar indiferente cuando no estupefacto al descubrir que el crítico en cuestión mezcla churras con merinas sin venir a cuento.

A lo que vamos. La novela de Ambao está protagonizada por un burócrata medio apático que trabaja investigando portales sonoros que pueden aparecer en cualquier parte: en un botiquín en una pared, en el inodoro… el gobierno lleva años investigando esos portales sin descubrir gran cosa. Poco a poco, se va tejiendo una telaraña más compleja: aparece el hermano del protagonista que no está regularizado en la ciudad por deber dinero; le ascienden en su trabajo; el gobierno cree que hay una cédula terrorista tramando algo, etc.

La novela tiene claros aires distópicos con reseñas al Gran Hermano o a cualquier novela futurista antiutópica. También como este tipo de novelas, tiene un fuerte carácter de crítica al sistema, pero no solo al burocrático, sino también al político y al personal: hay pequeñas dosis de existencialismo pululando por las páginas. Por si fuera poco, Ambao también maneja el registro de novela policiaca, dándonos información, a veces demasiado explícita, de lo que va sucediendo en el entramado del gobierno.

Se trata, pues, de un feliz descubrimiento que mucho me temo que no ha llegado a todo el público que se merece.